Un giro inesperado...
Me dirigía al trabajo esta mañana, un día más como tantos otros, cuando escuché una voz femenina, sintética que me dijo: "En la próxima esquina gire a la izquierda". Seguí caminando tranquilamente, como hubiera hecho cualquier día, pero al llegar al cruce giré y seguí caminando en la nueva dirección.
Mientras caminaba iba pensando que esta parte del barrio no la conocía en absoluto. "Cuántas veces habré tenido la oportunidad", me dije, "de entrar por esta calle, y no lo he hecho". Y poco a poco, las fachadas de los edificios parecían más nuevas, aquí y allá flanqueados los portales con jardineras de verdes brotes; cada dos por tres un vecino emergía sonriente de su bloque, incluso algunos me saludaban con un cordial "¡Buenos días!", y continuaban su paseo por las aceras, cada vez más amplias y al mismo tiempo más despejadas de automóviles. Incluso la luz del día parecía avivar los colores de la mañana. Y yo caminaba.
Y seguí caminando un buen rato. Mi barrio quedó atrás y entré en otra zona de la ciudad, cada nueva calle más agradable, cada nueva manzana la gente más alegre. Y seguí caminando. Y el mundo a mi alrededor parecía mejorar con cada paso que daba. Y los pájaros gorjeaban en la mañana de primavera como jamás los había oído en mi barrio.
"Voy a intentar mudarme por aquí", me dije, y al momento posé mi mirada en una ventana de un apartamento con un cartel: "SE ALQUILA, PREGUNTAR EN RECEPCIÓN". Y, bueno, pensé, ya que estaba allí, ¿por qué no?
Entonces caí en la cuenta de que yo iba a trabajar, y quién sabe a santo de qué había llegado yo a este lugar. Pero no me importaba, me sentía feliz de haberlo hecho, y ese pensamiento me alegró el camino hasta la oficina.
Mientras iba al trabajo reflexionaba. Es curioso lo cerca que puede estar la felicidad, simplemente en un rincón en el que no hemos mirado. Y a veces una coincidencia absurda te puede llevar allí, y añadir un poco de emoción en una vida rutinaria...
Besitos...
Mientras caminaba iba pensando que esta parte del barrio no la conocía en absoluto. "Cuántas veces habré tenido la oportunidad", me dije, "de entrar por esta calle, y no lo he hecho". Y poco a poco, las fachadas de los edificios parecían más nuevas, aquí y allá flanqueados los portales con jardineras de verdes brotes; cada dos por tres un vecino emergía sonriente de su bloque, incluso algunos me saludaban con un cordial "¡Buenos días!", y continuaban su paseo por las aceras, cada vez más amplias y al mismo tiempo más despejadas de automóviles. Incluso la luz del día parecía avivar los colores de la mañana. Y yo caminaba.
Y seguí caminando un buen rato. Mi barrio quedó atrás y entré en otra zona de la ciudad, cada nueva calle más agradable, cada nueva manzana la gente más alegre. Y seguí caminando. Y el mundo a mi alrededor parecía mejorar con cada paso que daba. Y los pájaros gorjeaban en la mañana de primavera como jamás los había oído en mi barrio.
"Voy a intentar mudarme por aquí", me dije, y al momento posé mi mirada en una ventana de un apartamento con un cartel: "SE ALQUILA, PREGUNTAR EN RECEPCIÓN". Y, bueno, pensé, ya que estaba allí, ¿por qué no?
Entonces caí en la cuenta de que yo iba a trabajar, y quién sabe a santo de qué había llegado yo a este lugar. Pero no me importaba, me sentía feliz de haberlo hecho, y ese pensamiento me alegró el camino hasta la oficina.
Mientras iba al trabajo reflexionaba. Es curioso lo cerca que puede estar la felicidad, simplemente en un rincón en el que no hemos mirado. Y a veces una coincidencia absurda te puede llevar allí, y añadir un poco de emoción en una vida rutinaria...
Besitos...
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