Una jartá de pamplinas...

Si us plau...

viernes, junio 09, 2006

Amor verdadero...

Llevo unos días notando que se me cae más pelo de lo normal. Y el caso es que estoy preocupado, porque ya tengo un par de buenas entradas, y me gustaría que mi flequillo celebrase estas navidades conmigo.

Uno lo va notando, día tras día. Y eso que todavía ni treinta tengo, sólo veintinueve, cumplidos hace poquito. Pero te miras al espejo y te das cuenta de que ese crío que debería estar ahí delante, con todas sus historias, penas y glorias, parece más viejo. El chavalito ése ya tiene ojeras, y su pelo es más gris que negro. Y se le cae, cada mañana, cuando se ducha.

Hay una persona, sin embargo, para quien ese chaval sigue siendo eso, un chaval. Nada más que un chiquillo que apenas está viviendo la adolescencia. Un jovenzuelo inmaduro con ganas de aventuras y ansias de ver un mundo que se extiende ante él.

Esa persona, que dentro de poco tendrá ochenta y nueve, ochenta y todos, es mi abuela. Es la única que vive aún, y es la que más cerca he tenido siempre. Es cabezota, terca, y quisquillosa. Y además es una sabelotodo. Siempre creyó que las canas le otorgaban sabiduría, pero siempre se ha plegado a sus viejos esquemas, que a menudo se quedaron anticuados al cambiar el mundo en el que se crió.

Y sin embargo, siempre que me ve, se le ilumina la cara con una sonrisa. Y me da dos cachetes y algún que otro collejón. Y me pregunta qué hago yo por mi pueblo, ese pueblo que no recuerda cómo se llama y que no sabe ubicar en la meseta. Y vuelve a insistir en las cosas en las que siempre me insiste... Que si no tengo novia ya, que no lo entiende, porque cualquier chica estaría deseosa de estar conmigo... O que cuándo me voy a volver a Sevilla, que es donde mejor estoy, en casa de mis padres o cerca... Y me amenaza con venirse a Madrid para poder tenerme vigilado.

Luego se pasa el rato viendo la tele, esos programas que echan por las tardes, y entre tanto y tanto echa una cabezada. Luego quizá se despierta sobresaltada, y se preocupa. A veces piensa qué van a decir los que están dentro de la tele, al verla dormida.

Y es que mi abuela ya no es la que era. Su cuerpo está bien, pero el mal le viene por otro lado. Poco a poco el Alzheimer va royendo sus recuerdos. A menudo confunde nombres, parentescos, relaciones. Y no se acuerda de lo que hizo por la mañana. Y sabe que algo malo pasa, porque siempre intenta explicarse, aunque no recuerde qué palabras debe usar...

Y sin embargo se acuerda de su nieto, ése que está en Madrid trabajando...

No se me ocurre una muestra mayor de cariño que ser uno de esos recuerdos que aún resisten a al olvido...

Besitos