Despeñaperros p'abajo...
No vuelvo a coger un autobús para ir a Sevilla...
El viernes, tras terminar todo lo que tenía que hacer por estas tierras madrileñas, me dirigí a Méndez Álvaro, previo paso por un McDonalds en el que sacié mi ansia de colesterol. Nunca me ha gustado demasiado la estación de autobuses, preludio de viajes largos e incómodos. Pero en este caso era un puente que había que aprovechar, y yo había dejado pasar el tema de los billetes bastantes días.
Al cabo de un ratito apareció el autocar. Bueno, me dije, esperemos que la compañía sea agradable. Si es que a veces soy un bocazas...
Monto en el autobús, busco mi asiento y allí me ubico. Y acto seguido aparece un tipo rapado, con la cara marcada por cicatrices y aspecto fornido y tosco, a pesar de parecer más joven que yo.
Mi acento andaluz es como el color de los camaleones, aparece cuando el entorno lo requiere... Aunque el suyo es mucho más cerrado.
Dios, ¿he oído bien? ¿Ha dicho "matar"? ¿Con siete tíos? ¿De dónde ha salido este tipo? ¿Y a qué narices va a la feria?
La conversación prosigue por temas de trabajo. El chico es militar, y está destinado por aquí. Al parecer se ha pasado el día intentando conseguir un billete de AVE sin éxito, así que se decidió por tomar un autobús. Y al parecer está cansado de trabajar...
Y a continuación presencio cómo el tío va, se saca un billete de diez euros y lo lía, haciendo un canutillo por el cual esnifa algo de cocaína. Un tipo sin complejos, decididamente. Realmente lo que me choca un poco es el sitio de hacerse la raya, allí en medio del autobús. Tras la operación, sacude un poco el libro que lleva (una biblia) y seguimos hablando, hasta que empieza la película. Hablamos de carreteras, de un accidente que ha tenido recientemente, de cosas de su trabajo, y de anécdotas de gente a quien hemos encontrado yendo a Sevilla. Como lo noto un poco molesto porque no es capaz de mejorar mi pequeña historia con el Rayo Vallecano, cambio de tema. Menos mal que la peli ha empezado, así que nos ponemos a verla.
Finalmente acaba la película. Yo he estado dormitando los últimos quince minutos, así que durante un rato hay silencio. En la parte de atrás dos chicas se tronchan de risa en cada lance de un diálogo de besugos. Yo quiero dormir.
Por fin hacemos la parada. Yo me acurruco un poco, mientras la gente va a estirar las piernas... A la vuelta mi compañero de viaje huele a whisky desde tres asientos más adelante. Se acomoda, y partimos... Espero que haya un poco de silencio.
Mis ganas...
A grito pelado. Y sin avisar.
Y van dos...
Por fortuna luego va y se duerme. Ese tramo es bastante molesto, intento apoyar la cabeza en el cristal, pero los baches hacen que realmente lo que consiga sea golpeármela repetidas veces, pap-pap-pap-pap-parapap-pap-pap. Así que me echo en el asiento, que no se puede reclinar más.
Y entonces noto que alguien se me está acurrucando... Mierda, mierda, mierda, pienso. Por fortuna, sólo se está esparciendo un poco, así que bueno, me incrusto yo en el medio asiento que me queda, intentando no despertarle. No me parece buena idea despertar a un tipo mucho más fuerte que yo, entrenado para matar a siete tíos en la feria, cuando está durmiendo tras dos o tres esnifaditas y un par de cubalibres... Lo que no me explico es cómo narices hace uno para dormirse bajo los efectos de la coca... si a mí simplemente un traguito de Red Bull me deja sin dormir tres días...
El chaval no parece mal tipo, después de todo. Por lo menos es cordial. Me da un poco de pena, tan curtido y tan machacado, y sólo tiene 25 años. Y sobre todo, aunque no le conozco, da la sensación de tener de cultura, la justa. Antes se quedó extrañado cuando le conté que mi hermano se había salido de la carretera y había topado con un mojón. Le tuve que aclarar que me refería a un poste...
Al final hacemos otra paradita. El autobús es un refuerzo en este fin de semana de feria, y parece que el conductor no lo tiene demasiado claro. Así pues, nos detenemos en un bar que al parecer está abierto, a pesar de que todas las luces parecen apagadas. El bar de la muerte, así lo bautiza mi amigo. Tras la pausa, el chico se ofrece a sentarse junto al conductor y orientarle. Se oye jolgorio en la parte delantera. Ya lo digo, no parece mal chaval, y ciertamente tiene don de gentes, ése que tiene la gente sencilla y campechana.
Por fin llegamos a la estación. Me pide que le alargue su biblia, que ha dejado en el portamaletas. Recojo el equipaje, y le digo "hasta luego", no sé si me ha oído. De todos modos, ya en el vestíbulo aparece por detrás, y nos despedimos. Un placer, y amistad eterna. Y no sé siquiera cómo se llama, ni él cómo me llamo yo. Y comenta que como no hay taxis, va a tener que andar hasta las Tres Mil... El pobre, después de la paliza del viaje. Y sin embargo mantiene el ánimo para irse andando... Un tipo curioso, pienso, mientras veo cómo se aleja.
Bueno, supongo que sí que volveré a coger el autobús. Por lo menos conoces gente. Y como decía él, por lo menos pudimos hablar un rato...
Besitos
El viernes, tras terminar todo lo que tenía que hacer por estas tierras madrileñas, me dirigí a Méndez Álvaro, previo paso por un McDonalds en el que sacié mi ansia de colesterol. Nunca me ha gustado demasiado la estación de autobuses, preludio de viajes largos e incómodos. Pero en este caso era un puente que había que aprovechar, y yo había dejado pasar el tema de los billetes bastantes días.
Al cabo de un ratito apareció el autocar. Bueno, me dije, esperemos que la compañía sea agradable. Si es que a veces soy un bocazas...
Monto en el autobús, busco mi asiento y allí me ubico. Y acto seguido aparece un tipo rapado, con la cara marcada por cicatrices y aspecto fornido y tosco, a pesar de parecer más joven que yo.
- ¡Buenah nosshe!
- Buenah noshe
Mi acento andaluz es como el color de los camaleones, aparece cuando el entorno lo requiere... Aunque el suyo es mucho más cerrado.
- Bueno, poh vamoh pallá, ¿no?
- Aro, aro. ¿A la feria vah?
- Home, po a lo mehó me pazo luego, 'mpare, lo que paza é'hke la feria eh lo que tiene, un día te lo paza bien, y al otro te tieneh'ke matá con ziete...
- Ya veh, eh lo que tiene
Dios, ¿he oído bien? ¿Ha dicho "matar"? ¿Con siete tíos? ¿De dónde ha salido este tipo? ¿Y a qué narices va a la feria?
La conversación prosigue por temas de trabajo. El chico es militar, y está destinado por aquí. Al parecer se ha pasado el día intentando conseguir un billete de AVE sin éxito, así que se decidió por tomar un autobús. Y al parecer está cansado de trabajar...
- ...así que me vi a meté un vasilón. ¿Tú te meteh?
- No, grasiah.
Y a continuación presencio cómo el tío va, se saca un billete de diez euros y lo lía, haciendo un canutillo por el cual esnifa algo de cocaína. Un tipo sin complejos, decididamente. Realmente lo que me choca un poco es el sitio de hacerse la raya, allí en medio del autobús. Tras la operación, sacude un poco el libro que lleva (una biblia) y seguimos hablando, hasta que empieza la película. Hablamos de carreteras, de un accidente que ha tenido recientemente, de cosas de su trabajo, y de anécdotas de gente a quien hemos encontrado yendo a Sevilla. Como lo noto un poco molesto porque no es capaz de mejorar mi pequeña historia con el Rayo Vallecano, cambio de tema. Menos mal que la peli ha empezado, así que nos ponemos a verla.
Finalmente acaba la película. Yo he estado dormitando los últimos quince minutos, así que durante un rato hay silencio. En la parte de atrás dos chicas se tronchan de risa en cada lance de un diálogo de besugos. Yo quiero dormir.
Por fin hacemos la parada. Yo me acurruco un poco, mientras la gente va a estirar las piernas... A la vuelta mi compañero de viaje huele a whisky desde tres asientos más adelante. Se acomoda, y partimos... Espero que haya un poco de silencio.
Mis ganas...
- ¡Hefeeeeeeeee, apague uhté lah luse, que ehto parese l'American Show!
A grito pelado. Y sin avisar.
- ¡Hefeeeeeeeee, ponga una pinícula! ¡Una pinícula, hefeeeeeeee!
Y van dos...
Por fortuna luego va y se duerme. Ese tramo es bastante molesto, intento apoyar la cabeza en el cristal, pero los baches hacen que realmente lo que consiga sea golpeármela repetidas veces, pap-pap-pap-pap-parapap-pap-pap. Así que me echo en el asiento, que no se puede reclinar más.
Y entonces noto que alguien se me está acurrucando... Mierda, mierda, mierda, pienso. Por fortuna, sólo se está esparciendo un poco, así que bueno, me incrusto yo en el medio asiento que me queda, intentando no despertarle. No me parece buena idea despertar a un tipo mucho más fuerte que yo, entrenado para matar a siete tíos en la feria, cuando está durmiendo tras dos o tres esnifaditas y un par de cubalibres... Lo que no me explico es cómo narices hace uno para dormirse bajo los efectos de la coca... si a mí simplemente un traguito de Red Bull me deja sin dormir tres días...
El chaval no parece mal tipo, después de todo. Por lo menos es cordial. Me da un poco de pena, tan curtido y tan machacado, y sólo tiene 25 años. Y sobre todo, aunque no le conozco, da la sensación de tener de cultura, la justa. Antes se quedó extrañado cuando le conté que mi hermano se había salido de la carretera y había topado con un mojón. Le tuve que aclarar que me refería a un poste...
Al final hacemos otra paradita. El autobús es un refuerzo en este fin de semana de feria, y parece que el conductor no lo tiene demasiado claro. Así pues, nos detenemos en un bar que al parecer está abierto, a pesar de que todas las luces parecen apagadas. El bar de la muerte, así lo bautiza mi amigo. Tras la pausa, el chico se ofrece a sentarse junto al conductor y orientarle. Se oye jolgorio en la parte delantera. Ya lo digo, no parece mal chaval, y ciertamente tiene don de gentes, ése que tiene la gente sencilla y campechana.
Por fin llegamos a la estación. Me pide que le alargue su biblia, que ha dejado en el portamaletas. Recojo el equipaje, y le digo "hasta luego", no sé si me ha oído. De todos modos, ya en el vestíbulo aparece por detrás, y nos despedimos. Un placer, y amistad eterna. Y no sé siquiera cómo se llama, ni él cómo me llamo yo. Y comenta que como no hay taxis, va a tener que andar hasta las Tres Mil... El pobre, después de la paliza del viaje. Y sin embargo mantiene el ánimo para irse andando... Un tipo curioso, pienso, mientras veo cómo se aleja.
Bueno, supongo que sí que volveré a coger el autobús. Por lo menos conoces gente. Y como decía él, por lo menos pudimos hablar un rato...
Besitos
4 Comentarios:
El 5/04/2006 6:03 p. m., se hizo el silencio, y Anónimo profirió…
Qué arte tienes cabroncete!
El 5/05/2006 5:47 p. m., se hizo el silencio, y Anónimo profirió…
Has ligao, shava!
De la vuelta no has contado nada;)
El 5/07/2006 1:11 p. m., se hizo el silencio, y Anónimo profirió…
Yo llevo ya un año "quitao" de ir en autobús hasta Estepona. Un viaje de 3:30h la ida y 4:15h la vuelta :-O ¡Y en coche es 1:30h! (en plan tranquilo) Encima, a la vuelta se montaban todos los "pofecionaleh" en Algeciras y ¡ea! ¡a liarla en el autobus! No se por qué, pero cuando se juntan unos cuantos parece que compitan para ver quien hace más el orangután. Comportamiento digno de estudiarse, sin duda. :-)
El 5/24/2006 11:00 p. m., se hizo el silencio, y El Mario profirió…
Si es que a veces te encuentras con gente curiosa...
Y tengo más historias que contar. Como la del Rayo Vallecano, por ejemplo. Pero esa ya la contaré algún otro día... :)
Saludetes
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